lunes, 15 de febrero de 2016

Entonces me fui

      Al principio, creí que los silencios no eran más que tu forma de empezar a quererme y a echarme  de menos, convirtiéndose en rutina. La distancia.
 El miedo, siendo el tiempo. Me repetías con un "quizá" entre dientes con boca cerrada.
 No se te veía tan triste cuando paseábamos,
 reías por encima de todo Madrid,
 me mirabas como si quisieras destapar cada uno de mis agujeros, manchados de negro.
 Nos dábamos la mano para cerrar las heridas de un pasado convertidas en presente.
 Sonreíamos al futuro,
 nuestro futuro.
 Saboreándolo con la punta de los dedos,
 con ganas de conocernos más,
 y más.
 Siempre con ganas de más.
 Mis poemas seguían teniendo estro,
 no dejaste de ser tú.
Ya no me hablabas de Roma como hacías antes,
y yo seguía escribiendo sobre tu sonrisa.
Gesticulando cada una de tus muecas en cada recital al acostarnos.
Dejé de compartir tu música y más radio de coche,
la promesa de no volver a escuchar tu canción favorita sin ti.
Y los paseos,
los paseos tenían gracia y amor
que acaban en el mismo parque entre besos y sonrisas intermediarias.