Hice de la música un verso que silencia mi dolor,
el mismo dolor que encontré como una estrella perdida
que poco a poco fue apagando su brillo hasta verse arder.
Encontré cenizas de lo que fui y la felicidad que me acompañó aquel verano.
Encontré nuevas vistas desde nuevos horizontes cambiando el filtro de la mirada,
parece que cuando sale el sol de invierno alumbra más que las estrellas en una noche de verano.
Me vencí en el duelo y encontré la calma en cada victoria contra mí misma
y pensé "no voy a abandonar por muy grande que sea el bache en el camino".
Hay personas que son paisaje en el camino y dejan huella
sin entender que hay marcas imposibles de borrar.
He empezado a vivir con mis propias cicatrices,
las mismas que me recuerdan que una vez gané.
Me reconstruí entre debilidades y fortalezas hasta convertirme en mi propio pilar.
Me sentí infinita entre tantas dudas, indecisiones y expectativas
y entendí que es humano caer en las tentaciones, dejarse llevar sin saber a donde vas;
y logré controlar mis instintos ante la seducción de la tentación.
Pero hoy puedo decir en alto que jamás dejaré que la rebeldía muera en mí,
llevo por bandera el verbo resistir.
Observé con claridad la diferencia del ser y aparentar
y empecé a preguntar para dejar de suponer.
Me reconcilié con el pasado y marqué distancias con el futuro
para comenzar a vivir sin tratar de sobrevivir.
Descubrí mentiras en verdades y aún así me disfracé de mentira para hacerla verdad,
una forma más de esconder inseguridades. Lo admito.
Desaprendí todo lo aprendido del amor, y me puse como prioridad.
- En ningún momento los recuerdos me han hecho dudar de mi propia existencia. -
Dejé de saber quien soy cuando emprendí un camino que no me llevaba a ninguna parte
y me encontré con alguien: era yo.
Lo digo en pasado porque soy evolución, continuo movimiento y superación.
Conmigo, no contra mí; mi mejor aliada soy yo.
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