sábado, 2 de marzo de 2019

Soy por quien fui ayer.

Hice de la música un verso que silencia mi dolor,
el mismo dolor que encontré como una estrella perdida
que poco a poco fue apagando su brillo hasta verse arder.
Encontré cenizas de lo que fui y la felicidad que me acompañó aquel verano.
Encontré nuevas vistas desde nuevos horizontes cambiando el filtro de la mirada,
parece que cuando sale el sol de invierno alumbra más que las estrellas en una noche de verano.

Me vencí en el duelo y encontré la calma en cada victoria contra mí misma
y pensé "no voy a abandonar por muy grande que sea el bache en el camino".
Hay personas que son paisaje en el camino y dejan huella
sin entender que hay marcas imposibles de borrar.
He empezado a vivir con mis propias cicatrices,
las mismas que me recuerdan que una vez gané.

Me reconstruí entre debilidades y fortalezas hasta convertirme en mi propio pilar.
Me sentí infinita entre tantas dudas, indecisiones y expectativas
y entendí que es humano caer en las tentaciones, dejarse llevar sin saber a donde vas;
y logré controlar mis instintos ante la seducción de la tentación.
Pero hoy puedo decir en alto que jamás dejaré que la rebeldía muera en mí,
llevo por bandera el verbo resistir.

Observé con claridad la diferencia del ser y aparentar
y empecé a preguntar para dejar de suponer.
Me reconcilié con el pasado y marqué distancias con el futuro
para comenzar a vivir sin tratar de sobrevivir.
Descubrí mentiras en verdades y aún así me disfracé de mentira para hacerla verdad,
una forma más de esconder inseguridades. Lo admito.

Desaprendí todo lo aprendido del amor, y me puse como prioridad.
 - En ningún momento los recuerdos me han hecho dudar de mi propia existencia. -
Dejé de saber quien soy cuando emprendí un camino que no me llevaba a ninguna parte
y me encontré con alguien: era yo.
Lo digo en pasado porque soy evolución, continuo movimiento y superación.
Conmigo, no contra mí; mi mejor aliada soy yo.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Instantes

He querido quedarme a vivir en cada una de sus calles
llenas de flores de colores.
Y en cada una de ellas he podido observar como los susurros se la jugaban al silencio.
Fotografié los rumores del agua
mientras chocaban contra la esquina por donde no me atreví a pasar.
Me quise quedar con el acento para recitar
en nombre de los que se fueron
pero nos acompañaron hasta el final.
Me he dejado la voz en cada mirada.
Volví a rozar el cielo al sentir la felicidad en mis mejillas sonrojadas
viendo como las hojas rompían
cuando el viento se llevaba mi soledad.
He sospechado de la luz que me levantaba por las mañanas.
He vigilado cada movimiento de pies de los bailes en el salón
donde encontré mi suerte en el bolsillo de su pantalón.
He sacudido de mis manos el polvo del tiempo
que he desperdiciado por hacer latir a un corazón sin esperanzas.
Y ha acabado haciéndolo por sí solo
al rozar los nervios del primer reencuentro.
Le he dado la espalda a cada duda existencial
abriendo paso al deseo que une la fuerza con la despedida repentina.
Me olvidé de donde partí y lo que traía conmigo.
Me descuidé y la lluvia acabó pagando los destrozos de unas cicatrices mal cosidas.
No he querido encontrar respuesta al desliz de todo lo bueno
que siempre
se me acaba escapando de las manos,
cada silencio incómodo que inundaba nuestra mesa.
Cada conversación que nos dejamos pendiente.
Quiero creer que he encontrado donde arroparme cuando me sienta perdida.
Quien evite mi caída.
Quien me abrace en medio del camino.
Aún así, gasté todas mis fuerzas y mereció la pena.
Ahora estoy a la espera de un alma nueva.
Y ésta,
la dejo al vuelo
para encontrase con Pepa.

martes, 7 de febrero de 2017

Cicatrices

Tengo cicatrices que dicen que es mentira eso que la verdad esconde.
Que rendirse no es de cobardes.
Que para llegar a tu destino tendrás que pasar por un campo lleno de expectativas donde vaciar todas las piedras que te has ido encontrando.
Que la duda no es más que risa floja ante una inseguridad.
Que cada proyecto conlleva unas herramientas,
y no todas valen para lo mismo ni tienen la misma entrada.
Que coger velocidad no te va a hacer llegar antes.
Que el silencio está lleno de palabras que no puede permitirse tu voz interior apagar.
Que cada pálpito de mi corazón no es más que oxígeno que recorre mi cuerpo al dejarme sin aliento en la última despedida.
Que cada perdón no es más que un arrepentimiento de aquello que hiciste adrede.
Que cada Domingo no tiene su historia si no sales del libro que te reconforta sin llegar a entenderte.
Que el bolígrafo no se queda sin tinta si no le pides más para escribir.
Que los colores no se hacen nítidos si no te alejas por ti misma.
Que las huellas no se borran si hubieras ido por otro recorrido.
Que quien te quiere, improvisa. No actúa.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Ultimamente también puede ser hoy

Últimamente veo demasiados días tristes,
cielos nublados,
estrellas apagadas.
Lágrimas recayendo,
sonrisas sangrando.
Últimamente veo a la ansiedad demasiado encima de mi,
atada a mi cuello
que poco a poco va apretando.
Hasta dejarme sin aliento,
hasta dejarme sin oxígeno.
Hasta ahogarme.
Últimamente veo palabras desprevenidas
en cabezas descosidas
de recuerdos desordenados.
Últimamente veo demasiadas páginas en blanco,
bolígrafos sin tinta,
papeleras llenas de pensamientos
que no se dicen por miedo.
Miedo a saber que hay detrás.
Miedo a descubrir nuevos rincones en tu sonrisa.
Miedo a escuchar por última vez tu voz.
Miedo a cerrar la ventana y que siga haciendo frío.
Miedo a que no seas tú esa persona.
Últimamente veo demasiadas camas desechas
por personas destructivas
de ruinas atrapadas en el laberinto
de un suspiro que nos mata cada vez que respiramos.
Últimamente veo demasiadas canciones por terminar,
libros inacabados,
corazones rotos.
Ilusiones perdidas,
recuerdos olvidados.
Secretos que hablan más que una mirada.
Poetas atrapados en su propio sueño.
Promesas escurridizas por tormentas heladas.

viernes, 19 de agosto de 2016

Poder es querer

Puedo con lo sé que el tiempo no me lo va a curar.
Puedo a lo que quiero llegar.
Puedo escuchar el sonido de las gotas de la lluvia contra la ventana de un coche si te miro a los ojos.
Puedo abrirme yo mi propio expediente para decirme que al final pude.
Puedo ver como mi tristeza sonríe ante una campo lleno de expectativas.
Puedo hacerme creer que las veces que subí a recitar no te dediqué ni un solo verso.
        Sabiendo que todos hablaban de ti.
Puedo soñar que te soñé. Que te tenía conmigo. Que éramos el trueno que se convirtió en la melodía favorita de aquellos que dicen viajar sin salir de un único corazón.
Puedo ser la luna ahora que el sol, tú, te has despedido de mi en cuánto acabó el baile.
Puedo escribirte imaginando que ya has llegado.

Puedo (y hago) de los recuerdos, algo menos doloroso.
Igual que cuando escucho tu nombre.

Y podría mentirte, decirte que he estado bien. Que la ansiedad no se ha vuelto a apoderar de mi cuerpo como única droga que le alimentaba.
Podría decirte que hace tiempo que caí sin saber como levantarme sin tender a tus manos. Y podría mentirte, y decirte que no lo intenté. Que no intenté abrir las alas que no tenía. Que no escribí sin miedo a que las palabras salieran corriendo una vez que las escribiera.
Que no dormía sin tu fotografía desde que no estabas para leerme todo lo que yo te escribía.
Que no escucho tu risa en el baño cuando tiro la toalla para ducharme. Y limpiarme el olor a ti que se me quedaba en cada despertar a tu lado.
Que no duermo con la ventana abierta por si vuelves a por mi.

jueves, 14 de abril de 2016

Recaída

              Nunca pensé que alguien se podría llegar a convertir en un lugar para mi. Y ahora ya sé donde veranear y pasar el resto de las estaciones.
Tiene un cielo claro, con un montón de estrellas por iluminar que por las mañanas se convierten en lunares y por la noche las enciende por su miedo a la oscuridad; y soledad.
Constante temperatura friolera hasta en verano; le gusta juntarse con otros mundos para calentarse.
Tráfico en cada una de sus calles, con sueños volando y expectativas esperando en la estación de tren.
Contaminación sentimental que no le deja avanzar si no derrumba todos los muros que acumulan los recuerdos.
No le gustaba que navegasen por el mar de sus ojos, ni dejar aparcar a cualquiera en sus mejillas para delinear la sonrisa que tenía.
Su dolor lo convierte en música hablando de poesía acompañado de un piano y unas manos que lo guiasen.
Conseguía sacarme de mis casillas
haciéndome entrar en las suyas.
Mantenía mi risa
amando mis mariposas en la fase del capullo.
Bailando a mi alma
cada vez, qué
desmaquillaba a mi corazón
y distanciaba nuestras piezas
encontrado canciones viejas y desgastadas
fuera del alcance de personas que creen conocerme.
Goteaban sus ojos en mi luna
haciendo secreto todas las palabras que un día me quiso jurar
e intentaba inducir al sol.
  Juntaba cada verso de besos
a kilómetros del amor.
Lejos de sentimientos inéditos
mientras que se arrimaban antiguos encerrados en la calle del olvido.
Navegan por neveras vacías con estómagos llenos
obteniendo las mariposas que un día me prometí  no tener.
Pintando viajes por las calles de sus manos,
quemando recuerdos
roídos, de tanto encerrarlos.
Sintiendo el pasado aún más cerca,
teniendo enfrente un futuro
ubicado en nosotros.
  Vencimos miedos nunca encontrados,
desafíos sin guerras,
llantos sin tristezas
y silencios con palabras.

lunes, 15 de febrero de 2016

Entonces me fui

      Al principio, creí que los silencios no eran más que tu forma de empezar a quererme y a echarme  de menos, convirtiéndose en rutina. La distancia.
 El miedo, siendo el tiempo. Me repetías con un "quizá" entre dientes con boca cerrada.
 No se te veía tan triste cuando paseábamos,
 reías por encima de todo Madrid,
 me mirabas como si quisieras destapar cada uno de mis agujeros, manchados de negro.
 Nos dábamos la mano para cerrar las heridas de un pasado convertidas en presente.
 Sonreíamos al futuro,
 nuestro futuro.
 Saboreándolo con la punta de los dedos,
 con ganas de conocernos más,
 y más.
 Siempre con ganas de más.
 Mis poemas seguían teniendo estro,
 no dejaste de ser tú.
Ya no me hablabas de Roma como hacías antes,
y yo seguía escribiendo sobre tu sonrisa.
Gesticulando cada una de tus muecas en cada recital al acostarnos.
Dejé de compartir tu música y más radio de coche,
la promesa de no volver a escuchar tu canción favorita sin ti.
Y los paseos,
los paseos tenían gracia y amor
que acaban en el mismo parque entre besos y sonrisas intermediarias.